domingo, 24 de enero de 2010

Magritte (I)



En una entrada anterior hice referencia a las vanguardias artísticas de los primeros decenios del siglo XX. Entre las mismas resalté el surrealismo; pues bien, en la entrada de hoy aparece en escena un pintor, un artista, que supo crear un mundo distinto, una realidad desacorde con la visión cotidiana de la gente, rasgo que como ya comenté otorga de un poder fascinante al creador. Este pintor es René Magritte (1898-1967).


Hoy he comprado un libro sobre la vida y la obra de R. Magritte, está en la editorial Taschen y creo sinceramente que debería tener un hueco en toda biblioteca personal. Es un estudio directo y profundo sobre la producción de este artista belga y que permite al lector configurarse una idea del universo que presentan sus cuadros.


El autor de esta monografía de Taschen, Marcel Paquet, comienza presentando la vida del pintor belga desde su infancia, época en la que ya aparecen recuerdos de Magritte dignos de mención y consideración. Por poner un ejemplo, Paquet nos ilustra con la imagen de un Magritte infante en la provincia de Hainaut: “El más antiguo de ellos [de sus recuerdos] se refiere a una caja colocada junto a su cuna, que le parecía un objeto sumamente misterioso, causa de un sentimiento de extrañeza y desazón que a menudo hará presa de él durante su vida adulta y que también sabrá producir en los demás.”


Ya es interesante detenerse aquí, por un lado la importancia del recuerdo infantil y por otra la consideración hacia el misterio, hacia lo desconocido, hacia lo irracional. De hecho Paquet afirma: “En el fondo, su único estandarte fue siempre el misterio de las cosas del mundo, misterio que pertenece a todos y a ninguno”. Ese recuerdo de infancia, de la caja al lado de la cuna, parece señalar ya esa predilección, esa mirada hacia lo oculto al ojo de la cotidianeidad. Los grandes misterios de la vida están ocultos, como oculto está el contenido de un recipiente cerrado y no translúcido.


Dos comentarios sobre lo dicho. En un primer momento ese recuerdo infantil en un artista surrealista como Magritte, llevaría automáticamente a dirigir nuestra mirada a la teoría psicoanalítica de S. Freud, sin embargo, y esto es interesante, sabiendo que Breton y otros surrealistas deseaban la connivencia de Freud a la hora de relacionar arte y psiquiatría, Magritte desdeñaba los principios de la obra del autor de La interpretación de los sueños.


Por otro lado, mencionar de nuevo esa caja, la caja que de pequeño parecía inquietar a Magritte por no saber, por desconocer su contenido. Dicho objeto, la caja, me sirve para enlazar con otro surrealista, con el gran cineasta aragonés Luis Buñuel. En su película Belle de Jour, Buñuel juega asimismo con la imagen de una caja, una caja cerrada, que no muestra su contenido en ningún momento de la película. Cuando le preguntaban al director Buñuel acerca de qué es lo que había en el interior de esa caja, respondía que contenía lo que cada cual proyectara sobre ella, deseos, miedos, etc, objetivamente no había nada en concreto, la mente de cada espectador dotaría de verdad a ese espacio interior, haciendo ver, haciendo patente los recónditos y despreciados lugares de nuestra mente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario