lunes, 28 de febrero de 2011

Montaigne



CRÍTICA: LIBROS DE REGALO - Clásicos
Espléndido Montaigne
LUIS FERNANDO MORENO CLAROS 15/12/2007


Ensayo. En 1568, el noble señor Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592), de 35 años, sufrió una caída de caballo que casi le cuesta la vida. Su padre había fallecido hacía poco y el huérfano pasaba por un periodo de melancolía. Ya recuperado, y con una clara conciencia de la fragilidad humana y la inmediatez de la muerte, Montaigne dejó sus cargos en la magistratura de Burdeos para retirarse a sus posesiones en el Périgord y disfrutar de sí mismo y de sus seres queridos, de una existencia campestre y de su excelente biblioteca en la célebre torre circular de su castillo.
Los ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay)
Michel de Montaigne
Edición y traducción de J. Bayod Brau
Prólogo de Antoine Compagnon
Acantilado. Barcelona, 2007
1.738 páginas. 58 euros
Montaigne

El Señor de la Montaña plasmaba sus pensamientos de un modo desusado hasta entonces, al vuelo, saltando de un asunto a otro, según le dictara su ánimo o la imaginación, estimulada por los sucesos cotidianos y por las caprichosas lecturas de las obras de sus autores favoritos. Vivía en perpetuo diálogo con Platón, Epicuro, Séneca o Lucrecio, con los que se explayaba sobre el sentido de la vida y de la muerte, o acerca de sí mismo y los demás, de las pasiones, los goces y los misterios de la existencia. Lo mismo charlaba con ellos sobre la amistad que sobre el placer, los cálculos renales, la virtud o el canibalismo. Montaigne llamaba al fruto de sus meditaciones "ensayos" -inaugurando con ello este género literario-; sus opiniones e ideas quedaban a disposición de familiares y amigos, a la vez que le servían para conocerse a sí mismo, "lo más próximo". En su persona hallaba un mundo, pero también los rasgos esenciales de la condición humana.
Aquel hombrecillo orgulloso y atento, inteligente y lúcido, buen conversador y que, aparte de recluirse entre sus libros, viajó por Alemania e Italia, había recibido de su padre una exquisita educación según principios erasmistas, y aprendió a cultivar su espíritu, sin prejuicios a la hora de pensar. Tolerante y precavido, brilló como una estrella solitaria en medio de la noche de una Francia oscurecida por brutales guerras de religión. Filósofo sin academia, huyó de las abstracciones metafísicas y se limitó a comprender lo tangible y real. "Filosofar es aprender a morir", suele ser su apotegma más citado, pero significa que primero hay que aprender a vivir con naturalidad, sin temor a ese final que es irremediable; una vida plena y lo más satisfactoria posible, evitando el mal, conducirá a una muerte digna.
Es probable que Shakespeare leyera Los ensayos, que, entre otros pensadores y literatos, influyeron mucho en Descartes y Pascal, Goethe y Emerson. Flaubert depositó el libro en el regazo de George Sand diciéndole: "Léelo de principio a fin y cuando termines vuelve a leerlo, es una maravilla". Nietzsche sostuvo que en compañía de Montaigne la existencia le resultaría más soportable. Y Proust fue también uno de los más conspicuos herederos de quien, como él mismo, continuó escribiendo su obra hasta la misma hora de su muerte.
Los ensayos aparecieron en vida de Montaigne y gozaron de éxito. Captaron la atención de las mentes más abiertas de la época. Sin descreer de la fe católica ni atacarla, allí se incubaban los gérmenes de la revolución secular, hasta tal punto que, andando el tiempo, la Iglesia incluiría la obra en el índice de libros prohibidos; el hedonismo, el sentido común humanista, el cultivo de la individualidad y, en suma, la modernidad que despedían chocaban con los intereses de la curia romana.
Una culta joven parisiense, Marie de Gournay, leyó a sus 19 años la segunda edición de Los ensayos y quedó prendada de ellos y del autor, a quien conocería cinco años más tarde y con el que trabó una singular relación. Montaigne, ya casi sexagenario, adoptó a Marie como hija y se convirtió en su guía intelectual; lo cierto es que fue ella la encargada de reeditar la obra del maestro al morir éste, lanzando en 1695 una edición póstuma de Los ensayos basada en las indicaciones que dejó Montaigne. Esta edición fue considerada fiel y canónica hasta que, en el siglo XX, Fortunat Strowski estableció una nueva según un ejemplar de la obra descubierto en Burdeos, datado en 1588, con anotaciones manuscritas de Montaigne; entonces la edición de De Gournay fue relegada. Sin embargo, especialistas como Antoine Compagnon han optado por reeditarla, entendiendo que es más completa y fiel a la última voluntad de su autor. Ésta es la que ahora publica Acantilado, superando con mucho a cualquiera de las escasas ediciones castellanas de las que disponemos. En resumen, una obra espléndida, editada con esmero, bien traducida y anotada, que tanto sirve al especialista como al lector común.
Junto a la extraordinaria edición de Los ensayos, Acantilado publica en volumen independiente la expresiva y ágil monografía que Stefan Zweig dedicó a su autor, la mejor introducción a su lectura; Zweig, humanista solitario en tiempos de indigencia, nunca se cansó de proclamar la necesidad del pensamiento individual y libre frente a las imposiciones totalizadoras de ideologías y demás locuras gregarias: el íntegro Montaigne fue su modelo.
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domingo, 13 de febrero de 2011

Desislamización (artículo de Lluís Bassets)



12 febrero, 2011 - Lluís Bassets

Desislamización

Todas las revoluciones marcan un cambio de tendencias. Tardaremos en captar con precisión los componentes ideológicos que explican la actual oleada revolucionaria, entre otras razones porque todavía estamos en una fase incipiente. Pero la pregunta central y urgente, de cara al rumbo que tomen los dos primeros países que se han desembarazado de sus respectivos dictadores, es el papel que jugará el islam político.

Parece evidente que en ninguno de los dos países el islamismo organizado ha jugado un papel relevante en el origen y ni siquiera en la organización de la revuelta. En el caso egipcio, donde se halla la organización matriz y más fuerte de todo el islam sunní, los Hermanos Musulmanes, son muchos los que han deducido de su bajo perfil un paralelismo con partidos comunistas clandestinos, como el español, capaces de aglutinar e incluso monopolizar la oposición pero incapaces luego de obtener mayorías. Otras voces, más suspicaces, temen que la actual prudencia de la cofradía sea una táctica previa a un asalto perfectamente diseñado para tomar el poder y crear una república islámica. Esta teoría tiene sus adeptos israelíes, estadounidenses y saudíes, y el propio Mubarak la ha exhibido hasta el último minuto para aferrarse al poder.
La percepción más común es que esta revolución árabe, no tan sólo en Egipto, está en manos de una generación nueva, muy numerosa y diferenciada de las anteriores, sobre todo gracias a la irrupción masiva de la cultura globalizada de las redes sociales a través de teléfonos móviles. Hay abundancia de mujeres descubiertas y de jóvenes con vestimenta occidentalizada. El conflicto árabe israelí no tiene relevancia alguna en la protesta. Tampoco las mezquitas han sido un especial punto organizativo ni han irrumpido líderes religiosos. Hay que tener en cuenta que el sunismo, a diferencia del chiismo, es una religión sin clérigos; un punto de diferencia importante respecto al derrocamiento del Sha en 1979, el otro paralelismo exhibido como espantajo por quienes querían evitar el derrocamiento.

Hay unas incipientes e interesantes pistas demoscópicas, producidas por el Washington Institute for Near East Policy esta misma semana. Según una encuesta realizada en El Cairo y Alexandria a usuarios de móviles, entre el 5 y el 8 de febrero, sólo un 15 por ciento de los preguntados aprueban a los Hermanos Musulmanes, un 12 por ciento son partidarios de aplicar la sharia y un 7 por ciento justifican el levantamiento porque el régimen no es suficientemente islámico. Una mayoría del 37 por ciento frente al 27 quieren que se mantenga el Tratado de Paz con Israel y una proporción similar se pronuncia a favor de unas buenas relaciones con Washington. Sólo un 8 por ciento se han unido a la protesta porque consideran al régimen demasiado proamericano.

Venimos de dos décadas de intensa reislamización, lo que ha significado una regresión en los procesos de laicización de las sociedades y la aparición de un Islam globalizado muy impregnado de la identidad más tradicional. La actual oleada revolucionaria, en cambio, emite señales de una desislamización incipiente. Olivier Roy, uno de los mejores conocedores de la evolución del Islam político, ha explicado en este mismo periódico que estas señales se deben a la aparición de una nueva generación postislamista y a la evolución de muchos islamistas hacia la democracia, en la estela de la experiencia turca.

Una novedad de esta revuelta es la sintonía entre la ciudadanía de todos los países árabes, en una especie de panarabismo aglutinado por la abominación de las dictaduras, no por el antiimperialismo ni el antisionismo. De confirmarse la tendencia, ésta sería la señal mayor de la superación del islamismo político por una solidaridad árabe con recorrido hacia la sociedad laica y plural.

lunes, 7 de febrero de 2011

La Rochefoucauld (II)


Aquí os dejo otro grupo de máximas del escritor francés François de La Rochefoucauld para que podáis acercaros un poco más a su interpretación de la naturaleza humana:

• Nadie merece ser elogiado por su bondad si no tiene la energía necesaria para ser malo; cualquier otra bondad no es a menudo más que pereza o impotencia de la voluntad.


• No hay nadie tan inteligente que pueda saber todo el mal que hace.


• Hay malvados que serían menos peligrosos si no tuvieran ni pizca de bondad.

• Si resistimos a nuestras pasiones, ello se debe más a su debilidad que a nuestra fuerza.

• Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás, que finalmente nos disfrazamos para nosotros mismos.

• La adulación es una falsa moneda que sólo circula gracias a nuestra vanidad.

• Lo que nos atrae en las nuevas amistades, más que el cansancio que nos producen las antiguas o el placer de cambiar, es la contrariedad de que no nos admiren lo bastante aquellos que nos conocen demasiado, y la esperanza de ser más admirados por los que no nos conocen tanto.

• Nos resulta fácil olvidar nuestras culpas cuando somos los únicos en conocerlas.

• Todos aquellos que cumplen con los deberes de la gratitud no por ello pueden jactarse de ser agradecidos.

• El orgullo no quiere deber nada y el amor propio no quiere pagar.


Os prometo seguir en próximas entradas con estas sentencias.