lunes, 31 de enero de 2011

Máximas de François de La Rochefoucauld.



Si buscamos el término máxima en el Diccionario de la Real Academia encontraremos, entre otras acepciones, el siguiente significado: Sentencia, apotegma o doctrina buena para dirigir las acciones morales.

La prueba de que en una máxima es posible condensar, con breves palabras, un profundo pensamiento la tenemos en la obra de François de la Rochefoucauld. Este moralista –tal y como comúnmente es definido- vivió entre los años 1613 y 1680. Hombre de guerra, también tuvo una intensa vida amatoria –como el protagonista de la recomendable película de 1977 dirigida por el galo François Truffaut titulada El amante del amor- viviendo una existencia llena de vicisitudes en ambos campos de batalla.

Escritas en la década de los sesenta del siglo XVII las Máximas nos presentan la imagen que del hombre se fue fraguando el noble parisino. Sus múltiples experiencias le dibujaron una opinión del género humano en la que éste aparece como un ser nada sincero, ni altruista. En su visión personal el mundo es mera falsedad que esconde realidades muy distintas a la simple apariencia.

Los distintos tipos de relaciones interpersonales se nos antojan a través de esta obra como un complicadísimo juego de espejos, en el que el observador queda desorientado ante las múltiples imágenes que reflejan el original -recordemos los espejos que Orson Welles utilizó en la famosa escena de La dama de Shanghai-, entendiendo por original los sentimientos primigenios que se esconden tras la representación de cada uno de nosotros en el teatro del mundo.

La Rochefoucauld se presenta a través de sus palabras como un observador experimentado que no se deja engañar por el elenco cotidiano de sentimientos y acciones que conforman nuestra circunstancia.

La obra es realmente difícil de conseguir ya que está prácticamente descatalogada, por ello os iré ofreciendo en sucesivas entradas pequeñas selecciones de la misma. Hoy os brindo las siguientes para vuestro disfrute:

• El amor propio es el mayor de los aduladores.

• La duración de nuestras pasiones depende tan poco de nosotros como la duración de nuestra vida.

• Todos tenemos fortaleza suficiente para soportar los males ajenos.

• Si no tuviésemos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los de los demás.

• La verdad hace menos bien en el mundo que mal hacen sus apariencias.

• Con el verdadero amor ocurre como con los aparecidos: todo el mundo habla de ellos, pero son pocos los que lo ven.

• La reconciliación con nuestros enemigos es tan sólo un deseo de mejorar nuestra situación, un cansancio de la guerra y el temor a sufrir algún revés.

• Es tan fácil engañarse a uno mismo sin darse cuenta como difícil engañar a los demás sin que se den cuenta.

• Rechazar elogios es un deseo de ser elogiado dos veces.

• Quien crea llevar dentro de sí algo que le permite prescindir de todo el mundo, se engaña no poco; pero quien crea que no es posible prescindir de él, se engaña aún más.

domingo, 16 de enero de 2011

Obsolescencia programada


Recientemente Televisión Española ha emitido un reportaje sobre la denominada obsolescencia programada. Esta expresión hace referencia a la introducción de una intencionada caducidad en los productos de consumo. Se nos narra la historia, el porqué, de la toma de decisión que introduciría paulatinamente esa filosofía en el mercado de masas. La idea es relativamente sencilla de asumir: si las fábricas, los talleres, aprovecharan los avances que permitieran dotar de una vida mucho más larga a sus productos, acabarían por finiquitar el mercado a causa de la falta de demanda. Por lo tanto, la solución aparece con la caducidad controlada e intencionada.

El ejemplo con el que se abre el programa es el de una impresora averiada, su dueño visita distintas tiendas buscando solución al problema: no parece haberlo. Se le dice que lo mejor, lo más inteligente, es comprar una impresora nueva. Finalmente la realidad descubierta por el consumidor es que la impresora incorpora un chip que provoca que al llegar a un número determinado de copias la máquina se “suicide”. Afortunadamente en internet encontrará un software que permitirá el reseteado de ese contador asesino.

Esta historia sirve para actualizar una práctica que se remonta décadas atrás, encontramos precedentes en los filamentos de las bombillas, en el nylon, etc. La finalidad era absolutamente diáfana, conseguir que las fábricas no detuvieran su producción, y que ésta sirviera para cubrir las “necesidades” del público. La idea la encontramos magníficamente expresada en Un mundo feliz de Aldous Huxley cuando uno de los personajes dice: “Cuando los vestidos se estropeaban había que tirarlos y comprar otros nuevos. A más remiendos, menos dinero”.

Lo que se plantea en el vídeo podría resumirse así: ¿es la obsolescencia programada un puro fraude para incrementar los ingresos de las empresas? O ¿es dicho ardid un recurso para mantener la vida del sistema capitalista sustentado en la cultura del consumo? ¿Es una forma de minimizar ciertos problemas que se presentarían inherentes al capitalismo?

De todas formas no podemos soslayar la interesante reflexión acerca de la naturaleza humana, de esa naturaleza fácilmente excitable por lo novedoso, por lo que parece representar la última conquista del ingenio del hombre. También esta atracción provoca, no lo olvidemos, que el motor del mercado siga en plena aceleración. Y si no pensemos: ¿cuántos móviles, actualmente, que sustituimos por uno nuevo están realmente “para tirarlos”? Se nos inoculó hace una década la necesidad de la telefonía móvil. Diez años después eso ya no vale, aparte de llamar, ahora debe fotografiar, debe conectarme a internet…. ¿qué será lo siguiente? En otro momento, en la misma obra citada de Huxley, también leemos de boca de un personaje “me gustan los vestidos nuevos, me gustan los vestidos nuevos, me gustan…”, superando así la denominada filosofía del subconsumo.

En relación a lo último que he comentado, por favor no se pierdan los enormes “basureros” que la actual tecnología necesita. El dónde se ubican, y el porqué lo sabrán al ver el documental.

Ps. Es curioso cómo el hombre sabiéndose finito, con fecha de caducidad, ha creído o fantaseado con su eternidad, sin embargo por mor de sus intereses ese desagradable tempus interruptus se lo ha legado a algunas de sus obras, a algunos productos de su téchne.


domingo, 9 de enero de 2011

Meditación ciencia y felicidad

Aunque en un primer momento la simbiosis entre neurociencia y meditación –al estilo budista- pueda parecer extraña, no lo es. Eduardo Punset en uno de sus últimos programas de Redes entrevistó al francés Matthieu Ricard, éste es un biólogo de talla reconocida y desde hace más de cuarenta años monje budista.

En el citado reportaje se nos explica cómo la ciencia se ha interesado por los efectos de dichas prácticas meditativas en la vida de los sujetos. Es al fin y al cabo una forma de presentar una vida alternativa –con una dedicación de simplemente unos minutos al día- que consiga paliar el estrés y la ansiedad, sentimientos que actualmente se han erigido como cuasi monarcas vitales en gran parte del planeta.

Ese terreno común entre la mirada interior que cada uno de nosotros puede realizar y la neurociencia pone de relieve cómo ante las obligaciones de nuestros día a día aquélla se antoja como un lenitivo capaz de mejorarnos como personas y acercarnos a la utopía de la felicidad.

Palabras que se antojan clave para entender el mensaje de Ricard son: empatía, compasión y altruismo. No se trata de presentar una vida de corte plenamente ascético como solución, sino más bien simplemente la necesidad de introducir cierta cordura en nuestra cotidianeidad.
Cordura que es factible tomando cierta distancia con respecto a nuestras actividades diarias “ensimismándonos” como señalaba Ortega y Gasset, sustrayéndonos momentáneamente de la necesaria y a la vez tramposa alteridad, esa alteridad que nos hace volcarnos en “lo otro” provocando el olvido de factores esenciales para nuestro bienestar.
Además del vídeo del programa de Punset, también tenéis la oportunidad de disfrutar una canción de F. Battiato, al que ya dediqué una entrada. Su título es “Otra vida” y en ella el cantautor siciliano muestra su deseo de vivir de un modo más relajado, menos crispado.

Como la versión de youtube es la italiana también os dejo la traducción al español debajo del vídeo.

El enlace de Punset es el siguiente:

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100516/redes-ciencia-compasion/773091.shtml







Ciertas noches al dormir me pongo a leer. Y tal
vez necesito instantes de silencio. Varias veces
contigo sabiendo que te quiero me enfado
inùtilmente sin verdadera razòn. De mañana en la
calle el tráfico loco me agota. Me enervan los
semáforos y los stops. Por la tarde vuelvo a casa
con un malestar especial. No sirven
tranquilizantes o terapias. Se quiere otra vida.
El diván es cómodo, los mandos en la mano. Cuentos
de bajos fondos dan las dos y los chicos lloran.
Por la vía la cuarta línea del metro que avanza.
Los coches aparcados en triple fila. Por la tarde
retorno con desgana y aburrimiento. No sirven
excitantes ni ideologías. Se quiere otra vida.