viernes, 25 de noviembre de 2011

El cerebro no busca la verdad.


Esta semana he tenido acceso, gracias a Noelia Chia que fue alumna de nuestro Centro, a un interesantísimo programa de Redes, que como sabéis es un espacio de tve2 comandado por Eduardo Punset –magnífico divulgador científico y exministro español-. En concreto se trata de una entrevista a la psicóloga australiana Cordelia Fine.

Para empezar reflexionemos sobre la frase que precisamente cierra el programa: “El cerebro puede editar y censurar selectivamente la verdad para construir una realidad más amable y dulce”. Comencemos de nuevo por el final –en este caso de la frase-, aquí se nos habla de una realidad más amable y dulce, es decir de un mundo más compatible con nuestros deseos, con nuestra seguridad y que, por lo tanto, no represente en ningún caso nuestros miedos, esos miedos que deseamos alejar como sea. Nuestra mente nos ayuda en este caso a no sufrir demasiado, presentando una interpretación del mundo afín a nuestra necesidad de equilibrio.

Así se explica que seamos, normalmente, mucho más severos con los demás que con nosotros mismos cuando juzgamos acciones, sentimientos, deseos etc. Necesitamos que nuestra configuración de lo que llamo mi experiencia esté de nuestra parte, para así sentirnos más seguros. Pero claro, para ello en innúmeras ocasiones nos valemos de ardides como los prejuicios o la exacerbación de nuestra vanidad. En un día a día que nos sobresatura de estímulos a nivel consciente, ahí está el subconsciente para actuar –no siempre justamente-, de ahí que se llegue a decir en la grabación que “la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”.

Fine nos habla durante la conversación de cómo la mente humana ha desarrollado una serie de mecanismos inconscientes que introducen variables subjetivas que se mezclan con los hechos que nos rodean o con la experiencia que tenemos de nosotros mismos. Por lo tanto, siguiendo la afirmación en sentido inverso, llegamos a la conclusión de que lo llamado por nosotros “realidad” es algo confeccionado, algo que no puede soslayar al sujeto que la percibe; aparece de forma manifiesta en este momento un claro planteamiento idealista que muestra la invalidez del denominado realismo ingenuo. En fin, intentamos hacer un combinado, un cóctel mezclando la “realidad pura” -en sentido kantiano- con nuestras aportaciones para que la “ingesta” diaria de la “vida pura” no nos resulte excesivamente desagradable.

Construimos seleccionando, censurando –es la segunda vez que nuestros pensamientos durante esta entrada nos llevan a Sigmund Freud- operamos sobre todo aquello que nos llega para desarmarlo de los posibles daños que nos pueda producir, o también, al contario, introduciendo una señal de alerta que nos ayude en nuestra lucha por la supervivencia. En referencia a lo último me gustaría subrayar los sobresalientes minutos dedicados al miedo, y a cómo nos valemos del mismo –cuando se da en su justa medida- para poder transaccionar con el mundo, sobre todo en situaciones de verdadero peligro u hostilidad. Como ejemplo de ello destaco las palabras pronunciadas por el periodista español Jon Sistiaga, testigo directo de multitud de conflictos bélicos y por lo tanto conocedor de situaciones límites para el ser humano.

En relación con la violencia, merece la pena mencionar la reflexión acerca del término deshumanización; es precisamente el momento en el que –al margen del proceso que se da asimismo en el agresor- se deja de ver al “otro” como persona, como ser humano, como esencialmente igual a uno mismo cuando la agresividad latente puede dar el salto a la acción violenta, esa violencia que no olvidemos puede –ayudada por la razón, por la lógica- llegar a cuotas inimaginables de “refinamiento” tal y como se ejemplifica en el reportaje cuando se habla de la guerra de la antigua Yugoslavia.



Por favor, pinchad el enlace que merece verdaderamente la pena.



viernes, 18 de noviembre de 2011

Texto de Ortega y Gasset.


Al hilo del artículo del catedrático Gómez Pin al que dediqué la última entrada, y habiendo reflexionado sobre el mismo, vino a mi mente la claridad meridiana con la que Ortega expresa esa situación problemática del hombre que se encuentra ante el reto de conocer el mundo que le rodea, y conocerse a sí mismo, en lo que comúnmente llamamos vida.


Como me gusta recordarles a mis alumnos, Ortega nos dice, en numerosos pasajes, que la experiencia vital de cada uno –nuestra vida- demanda una comprensión, un saber a qué atenernos. Señalemos que precisamente la imposibilidad de separarnos de nuestra circunstancia, a la que debemos dotar de sentid, sustenta la crítica a ese yo-ficción del racionalismo.


Gómez Pin en su artículo reivindicaba el acceso a toda aquella información que pudiese ayudarnos, socorrernos –nunca mejor dicho- en esta experiencia de otorgar un significado a ese lapso de tiempo que deviene entre nuestro nacimiento y nuestra desaparición. Y se refería a ello atendiendo a distintos niveles educativos (no olvidemos que toda experiencia nos educa), desde la estrictamente académica hasta la organización del mundo laboral y de ocio de nuestras sociedades.


Toda mecanización, toda vaciedad que se introduzca en nuestro día a día tiene como consecuencia una inevitable alienación, en la que, como indica el término, dejamos de ser nosotros, nos extrañamos con respecto a la vitalidad auténtica, hasta que, por seguir con el término, llegamos a no “reconocer” nuestra falsa relación con el mundo, con lo más íntimo que tenemos: nuestra vida.


Por ello en el artículo referido se llamaba la atención sobre la idea de contemplar la Filosofía como un lujo para una selecta minoría. No es así, la Filosofía, las preguntas fundamentales acerca de nuestro “ser”, las necesitamos todos sin excepción para intentar por todos los medios conseguir conocernos lo más profundamente posible y saber orientarnos en nuestra relación con la alteridad.


Somos responsables de nuestra vida, somos los artesanos que le damos forma a nuestra biografía, pero también es cierto que necesitamos en momentos claves, como el educativo, que se nos “ayude” a desarrollar las herramientas que faciliten el desvelamiento de lo esencial de nuestro existir.


Para ejemplificar las ideas orteguianas sobre la cuestión, viene a la perfección el siguiente fragmento del pensador madrileño:



¿Por qué no renunciar a todo hacer y dejarme morir? Pero hasta para resolver dejarme morir tengo que motivar mi resolución, tengo que estar orientado sobre mi vida: sólo así “tendrá sentido” tal decisión; supone haberme convencido que es mejor morir que vivir. Pero esto, a su vez, implica que estoy ya perfectamente orientado sobre la vida, esto es, que sé lo que es la vida y todo en ella.

No se puede vivir sin una interpretación de la vida: Es ésta una extraña realidad que lleva en sí su propia interpretación. Esta interpretación es, a la par, justificación. Yo tengo, quiera o no, que justificar ante mi cada uno de mis actos. La vida humana es, pues, a un tiempo delito, reo y juez.

Es, pues, para el hombre imposible estar sin una orientación ante el problema que es su vida. Precisamente porque la vida es siempre en su raíz desorientación, perplejidad, no saber qué hacer, es también siempre esfuerzo por orientarse, por saber lo que son las cosas y el hombre entre ellas.


José Ortega y Gasset, Unas Lecciones de Metafísica.



lunes, 14 de noviembre de 2011

Día mundial de la Filosofía


El próximo jueves se celebrará, auspiciada por la O.N.U., el día mundial de la Filosofía. En el siguiente artículo, publicado por el diario El País, el catedrático Víctor Gómez Pin reivindica una educación universal que consiga desarrollar nuestras posibilidades racionales, que posibilite un acercamiento a la reflexión de las problemáticas fundamentales por las que todo ser humano puede llegar a preguntarse.

La Filosofía nos atañe a todos, y es un error pensar que es cosa de “unos pocos”, recordemos como ejemplo las palabras que abren la Metafísica de Aristóteles: “Todos los hombres por naturaleza desean saber”. La educación debe, por tanto, asegurar que esa tendencia del hombre se vea respaldada por unas condiciones que la favorezcan, y no se convierta la reflexiónfilosófica ante el mundo y nosotros mismos un lujo para una minoría.


FILOSOFÍA Y DERECHOS HUMANOS.


Cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación invita a celebrar el día mundial de la filosofía, bueno es recordar que el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos precisa que "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad".
Lo difícil de todas las proclamas cargadas de buenas intenciones es que se den las condiciones sociales de su cumplimiento. Baste mencionar el articulado de la Constitución española según el cual todo ciudadano tiene derecho a una vivienda digna. Sin embargo, tratándose del evocado derecho universal se da el problema añadido de que ni siquiera se toma realmente en serio lo que implica una educación integral, una educación que garantice el desarrollo efectivo de la personalidad.

Pues bien, nada más adecuado al respecto que recordar la tesis platónica según la cual la educación no ha de sustituirse a las capacidades innatas sino fertilizarlas, ayudar a que se desplieguen las facultades intelectivas y creativas que caracterizan al ser humano entre las demás especies animales. Sin duda no todo ser humano puede consagrar su vida a la investigación científica o a la tarea artística, pero, sin embargo, cada uno de los humanos se halla concernido por ellas, y tiene derecho a que se le ayude a reconocer que efectivamente es así, que lo que se dirime en estas tareas del espíritu también es cosa suya. Entre otras cosas, misión de la filosofía es recordar este derecho.

El motor de la filosofía no es tanto explorar desconocidos rasgos del mundo como restaurar una actitud ante aspectos (del entorno o de nosotros mismos) que eventualmente pueden ser ya conocidos, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes. Para un investigador en física los principios del formalismo cuántico pueden constituir algo sabido, pero el simple ciudadano al que se ha dicho que en tales principios se pone en tela de juicio la idea que nos hacemos del mundo, tiene todo el derecho a exigir una educación general que no los obvie, que le haga partícipe de lo que en ellos se juega.

Afirmar la universalidad de la disposición filosófica implica que las interrogaciones fundamentales, que tantos por circunstancias sociales se han visto forzados a repudiar de sus vidas, están al alcance de toda persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno. No se exige de entrada ser una persona culta y menos aún una persona erudita. La filosofía tiene sus problemas específicos, archivados en los grandes textos de su historia, pero tales problemas son el resultado de que el ser humano ha experimentado siempre una suerte de estupor ante la naturaleza y ante su propia existencia, estupor que le lleva a interrogarse, traduciendo sus vacilaciones y respuestas en conceptos y símbolos.

Pues, al igual que Descartes, Kant, Heisenberg o Einstein, ¿quién no se ha preguntado alguna vez si hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras su eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, los cuales en apariencia tienen una percepción de tal realidad coincidente con la suya? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas y han sido esgrimidos como armas por algunos de los eruditos más importantes.

Pero la pregunta sigue siendo elemental y toda persona es susceptible de sentirse interpelada por la misma, hasta el punto quizás de que, si su vida material se lo permitiera, acuciada por tal interrogación, empezaría a dotarse de los elementos de información precisos para abordarla. Cosa que ya ha hecho alguna vez, al menos en una etapa tan ingenua como luminosa en la que la vida no estaba extraviada entre querellas evitables y expectativas ilusorias.

Es un desprecio a los ciudadanos considerar la vida del espíritu como cosa de minorías exquisitas y designar para el común la alternancia entre un trabajo puramente mecánico (cuando lo hay) y un ocio estéril. Obviamente, el asunto tiene implicaciones políticas y por eso el mero hecho de reivindicar una educación que empuje a una actitud filosófica es ya una cuestión de compromiso.

Cuando hace unos meses un importante consejero de Gobierno autonómico promulgaba una educación superior pública adaptada al mercado, explicitando que el propenso al estudio de la cultura griega habría de "pagarse el lujo", no solo estaba despreciando a Eurípides y Aristóteles, sino también a Euclides, es decir, la matriz de nuestra cultura.

Lo democrático de la filosofía reside en la tesis, enunciada por Aristóteles, de que todos podemos instalarnos en la actitud interrogativa, a poco que nos liberemos de las barreras sociales que lo dificultan y que impiden realizar nuestra naturaleza de seres tallados por la razón y el lenguaje.


Víctor Gómez Pin es catedrático de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Relatos fantásticos.


En la entrada de hoy volvemos a los relatos fantásticos, a ellos ya le dedicamos algún espacio allá por el comienzo del blog hace casi dos años -quién lo diría-.

El primero trata el tema de lo imprevisible de nuestro día a día, y de cómo en muchas ocasiones podemos comprobar la imposibilidad de controlar todas las variables que de un forma u otra influyen en nuestra vida. Me hace recordar a ese personaje de la película "Nosferatu" (del alemán F.W. Murnau) que al ver a un hombre andando con evidente prisa casi corriendo, reflexiona y dice: a dónde irá con tanta prisa, nadie puede escapar a su destino.


En el segundo se juega de modo trágico con el humano deseo de inmortalidad, y de cómo ese anhelo se podría volver angustiosamente contra nosotros. He aquí, narrados, los peligros que nuestra imaginación puede elaborar y que convertirían a un a priori goce por la satisfacción de lo alcanzado, en una pesadilla.


El resto de ideas que os puedan suscitar las podéis mandar como comentarios.


El gesto de la muerte (Jean Cocteau).

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.

FIN



Vivir para siempre (James George Frazer).

Otro relato, recogido cerca de Oldengurg, en el Ducado de Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer, ni beber. Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en una iglesia. Todavía está allí, en la iglesia de Santa María, en Lübeck. Es del tamaño de una rata y una vez al año se mueve".

Fin


jueves, 3 de noviembre de 2011

Palabras para Julia (José Agustín Goytisolo).


Conocí el poema “Palabras para Julia” cuando yo era pequeño gracias a la versión cantada por Paco Ibáñez, y que podía escuchar frecuentemente en mi casa. Siempre me pareció que contenía un mensaje iniciático, un mensaje de “verdad” en su más estricto sentido etimológico de “desocultamiento”, la música que lo acompañaba transmitía la nostalgia y el tempo preciso y necesario para acometer la revelación que se palpaba en su letra.


Hace tiempo que quería dedicarle una entrada a estos versos del barcelonés José Agustín Goytisolo –nacido en 1928-, y recientemente, al tener conocimiento de un hecho que une una experiencia biográfica del escritor con el texto del que hablo, me decidí definitivamente a hacerlo.

Goytisolo nos habla en “Palabras para Julia” de la inevitabilidad del devenir temporal que cerca nuestra existencia, tras nuestro nacimiento “sin anuencia previa” (sabéis que me encanta la expresión orteguiana) la vida, su carácter temporal nos empuja de forma inexorable únicamente hacia delante; de hecho no es casualidad que frente a esta evidencia el hombre fantasee de innúmeras formas con saltar ese camino unidireccional de la temporalidad.

Ese yo en el que nos reconocemos es un yo individual con un nacimiento y muerte propia, el poeta sabe que la compresión de las dos caras vida-muerte, al fin y al cabo la existencia auténtica, puede provocar sentimientos como el desamparo, la angustia de la soledad existencial y –para muchos- el sin sentido, pues bien, la solución a ello está en los otros, en los demás, en la amistad y en el amor.


Nuestras relaciones con los demás, el con-vivir es lo que otorga la grandeza al ser humano, precisamente en el ser capaces de trascender la individualidad, en ese abrirse al otro radica la salvación de cada uno de nosotros, en la relación yo-tú/ellos es donde se ubica el sentido que todo hombre busca.

Recuerdo gran cariño el programa que emitió Canal + tras la muerte de Goytisolo en marzo de 1999. Dicha cadena ofrecía tras el fallecimiento de algún personaje ilustre una entrevista –bajo el título general de Epílogo- con el mismo, grabada con la condición de su emisión post-mortem. Especialmente entrañable resultó, en el caso del poeta, esa última mirada a la cámara –intuyéndose visto por el espectador cuando ya hubiera muerto- e invitándonos al aprovechamiento de la vida y deseándonos suerte en el camino.


Igualmente siempre tuve en mente la explicación de que esa Julia a la que también se la invita a vivir, y a alejar los momentos de desánimo en el poema, era su propia hija. Siendo eso así, no es únicamente a ella a la que se dirige sino también a su madre, llamada también Julia –y de apellido Gay-. De hecho, así parece que queda claro en este fragmento:

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Comenté anteriormente que hace poco tuve noticia de un suceso dramático y esencial en la vida del barcelonés y que me motivó todavía más a escribir este texto. Su madre, Julia Gay, murió durante la guerra civil a causa de un bombardeo del bando sublevado. Este hecho marcó notablemente la vida y la obra de Goytisolo que quedó –al igual que el resto de la familia- profundamente impresionado por lo vivido.

Os dejo en primer lugar el poema para que disfrutéis de su lectura, y además dos versiones, de las muchas que se han realizado, del texto cantado. La primera es la más conocida y que cité al comienzo, me refiero a la de Paco Ibáñez. La segunda pertenece a “los Suaves” un grupo de rock duro que posee un estilo diametralmente opuesto al de Ibáñez.

PALABRAS PARA JULIA


Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

http://youtu.be/4tfBJoJJYIg

http://youtu.be/wtvbLJ6z_M8

Espero que os gusten tanto sus versos leídos como cantados.