sábado, 27 de febrero de 2010

Burka

SAMI NAÏR
Burka
SAMI NAÏR 27/02/2010 . Publicado en el diario El País el sábado 27 de febrero de 2010.

El burka (o niqab, es decir, el hecho de ocultar por completo dentro de un auténtico vestido-reja al ser de la mujer, guiado por dos agujeros a la altura de los ojos para poder caminar) está de actualidad en Europa no sólo porque, ya sea por voluntad propia o por obligación, lo lleven algunas mujeres, sino también y sobre todo porque muestra los profundos vínculos entre la norma jurídica, las tradiciones y las culturas. De este modo, se encuentra en el centro de la problemática multicultural. Desplaza las relaciones entre el espacio privado y el espacio público, porque quiere fundamentalmente redefinir las fronteras entre ambos.
Producto de su propia historia, cada sociedad dispone evidentemente de un cuerpo de doctrinas que rige esas fronteras. Existen, sin embargo, lo que podríamos llamar comunidades de pertenencia que trascienden las diferencias culturales y fundan el arraigo a una compartida condición universal. Agredir al otro, exhibir el sexo en público o profanar a los muertos, está proscrito en casi todas las culturas contemporáneas.
El caso del burka es interesante porque atañe a una interpretación esencialmente asiática del islam, que tiende en nuestros días a propagarse por los países arabo-musulmanes y por Europa (de momento, un centenar de casos). Refleja una práctica de la religión de la que no hallamos fundamentos doctrinales coherentes dentro de las distintas interpretaciones del islam.
En realidad, la velación generalizada de la mujer se convirtió en un problema político internacional a raíz de la victoria en los años ochenta de la revolución religiosa iraní, acontecimiento central que transformó el islam mundial. Por otra parte, el burka pertenece sobre todo a la tradición afgana.
Preocupadas de fundamentar en derecho la prohibición o la aceptación de ese hábito de vestimenta ligado a la práctica radical de la religión, las sociedades occidentales vacilan entre la repulsa cultural y el respeto por la libertad individual. En Francia, el asunto está ahora en manos del Consejo de Estado, ya que el poder legislativo ha sido incapaz de pronunciarse. La prohibición general de llevar el burka puede fundamentarse en derecho a partir del principio de defensa del orden público. Como no se puede discriminar entre una mujer que pretende sustraerse por convicciones religiosas a la mirada de otra persona y otra (o un hombre) que lleva explosivos ocultos bajo un burka, podemos alegar legítimamente que existe, en efecto, un riesgo potencial para el orden público. El Estado tiene la obligación de proteger a sus ciudadanos. Existen, por supuesto, vías de impugnación, particularmente en el derecho internacional, y el asunto puede llegar lejos.
Pero la situación es insólita sobre todo desde el punto de vista filosófico: el hecho de vestir el burka entra en conflicto flagrante con el principio de convivencia, según el cual, en la interacción social, yo necesito saber quién eres tú porque tú necesitas saber quién soy yo, pues nuestro contrato colectivo se basa en el principio del reconocimiento mutuo. Doy a conocer mi identidad porque la sociedad es un encuentro de identidades. De este modo, mostrar el rostro expresa el fundamento esencial del vínculo social, algo que afecta por igual a hombres y mujeres.
El conflicto se produce en este caso porque la tradición integrista oscurantista rechaza esa igualdad en el cuerpo social. Las mujeres son las que, en el islam radical, sufren la peor parte de esta exclusión. No hay diferencias de fondo entre llevar el burka por consentimiento religioso y llevarlo por imposición patriarcal, ya que, una vez se convierte en mayoritario, el consentimiento de unas sirve con frecuencia para justificar la sumisión y la servidumbre de otras.
Ahora bien, si consideramos que se producen logros de la civilización en términos de igualdad y de libertad de la persona, está claro que no podemos poner al mismo nivel a una cultura que afirma ese principio y a otra que lo rechaza. La mayor paradoja está en que cuando la mujer se oculta bajo el burka, se cubre con el velo, en realidad se descubre del todo como objeto (un objeto del hombre). Difícilmente convertida en las sociedades occidentales en sujeto de derecho, resulta que ahora queremos rebajarla a la categoría de cosa anónima animada. Apelando al relativismo cultural, algunos intentan en nuestros días hacer aceptar, con una estrategia cínica, esa aberrante idea de que, por respeto a sus creencias, hay que acostumbrarse a ver a seres humanos deambulando bajo ese atuendo tenebroso.
Traducción de M. Sampons.

martes, 23 de febrero de 2010

Inteligencia artificial

El pasado domingo día 21, el programa de divulgación científica “redes” (en la 2 de tve) repuso un interesantísimo reportaje sobre inteligencia artificial, en donde se esbozaba un futuro en el que la frontera entre naturaleza humana y tecnología terminaría de difuminarse hasta desaparecer. No podemos saber si ello ocurrirá, pero de todos modos vale la pena ver el programa y reflexionar sobre su contenido.

http://www.redesparalaciencia.com/80/redes/redes-10-el-futuro-la-fusion-del-alma-y-la-tecnologia

lunes, 15 de febrero de 2010

El antídoto al cinismo -actual-

El diario El País publica en su edición de hoy lunes un artículo de Francesc Torralba, este licenciado en Filosofía y Teología es director de la Cátedra Ethos de la Universidad Ramón Llull –el mismo Raimundo Lulio citado por Descartes en la segunda parte del Discurso del método- de Barcelona.

Titulado El antídoto al cinismo, aquí el autor contrasta la esencia del cinismo griego con el cinismo que según él se encuentra inoculado en la sociedad actual. Esboza el arquetipo del cínico actual, lo describe enmarcándolo en un contexto social e ideológico que espero que os sea reconocible y suscite un posicionamiento concreto y reflexivo.

Recordad que ningún texto debéis agotarlo en la simple lectura acrítica, id más allá de ese primer contacto e intentad analizar y profundizar en las líneas que tenéis delante.
Aquí tenéis el enlace con el artículo de Torralba.

martes, 9 de febrero de 2010

Los tres sueños de Descartes

En la clase de segundo curso de Bachillerato, ayer lunes, hice mención a una fecha fundamental en la biografía de R. Descartes; la del 10 de noviembre de 1619. En la sucinta información que os presento se dedican unas líneas a ese día -las decisiones tomadas, los sueños que evidenciaron lo especia del momento-, leedla detenidamente para así comprender el momento de enorme fecundidad que embargaba al autor del Discurso del método durante la campaña militar en la que se había embarcado.
VIDA DE DESCARTES.

René Descartes nació el 31 de Marzo de 1596 en La Haya, una pequeña y atractiva ciudad de Touraine (Francia), situada a orillas del río Creuse, en una familia de funcionarios de la baja nobleza. Su padre era consejero del Parlement de Bretaña. De su madre, que murió un mes después de su nacimiento, heredó una tos seca y una fisonomía pálida, que mantuvo hasta los veinte años, además de una fortuna que le permitió vivir con independencia económica. Como era un niño delicado, se daba por supuesto que no viviría mucho tiempo. Sin embargo él dedicó su forzosa inactividad a satisfacer una temprana pasión por el estudio.
A los diez años, su padre lo envió a La Flèche, un colegio de los jesuitas recientemente inaugurado en Anjou, en donde permaneció ocho años y medio y en el que recibió una educación excelente que abarcaba la Lógica, la Filosofía moral, la Física y la Metafísica, la Geometría Analítica y el Álgebra Moderna, así como una cierta familiaridad con el recientemente descubierto telescopio de Galileo. En La Flèche surgen ya, de forma precoz, las características principales de su mente. Una vez introducido en el conocimiento de los clásicos, se enamoró de la poesía. Lejos de ser un "geómetra que sólo es un geómetra" (una descripción que de él haría Pascal), Descartes escribió un ensayo de juventud, la Olympica: "En los escritos de los poetas hay sentencias más serias que en los de los filósofos. La razón es que los poetas las escribieron movidos por el entusiasmo y el poder de la imaginación. En cada uno de nosotros existen, cual pedernales, chispas de conocimiento ocultas. Los filósofos las manifiestan a través de la razón; los poetas las exteriorizan por medio de la imaginación, y son mucho más brillantes."
Una de las cualidades más llamativas de Descartes, y a la vez una de las más peligrosas, fue su fluidez mental. Uno de sus compañeros de colegio describía así su habilidad en las discusiones. En primer lugar, trataba de ponerse de acuerdo con sus oponentes sobre las definiciones y acerca del significado de los principios que estaban dispuestos a aceptar, y después construía con ellos una argumentación deductiva singular que era muy difícil de debatir. En La Flèche adquirió, además, un hábito que perduraría durante toda su vida. Se le eximió de ciertas obligaciones y se le permitía quedarse en cama hasta más tarde de lo que era habitual entre sus compañeros. Así encontró la posibilidad de dedicarse más plenamente a su inclinación natural, el pensamiento concentrado y solitario.
Cuando cumplió los veinte años, una vez graduado en leyes por la Universidad de Poitiers, Descartes fue a París. Allí se convirtió en un joven elegante y desocupado. No obstante, sus pensamientos pronto volvieron a preocuparse por las Matemáticas y la Filosofía. Se vio animado por sus amigos, entre los que cabe destacar el padre mínimo Marín Mersenne, al que había conocido en La Flèche. Mersenne era, a su vez, un matemático competente y un hábil experimentador. Su celda del convento sito en la Place Royale servía de lugar de reunión de los savants, convirtiéndose así en un antecedente de la Academia de Ciencias (de París), fundada más adelante en el mismo siglo. Mersenne, además, logró mantener una amplia correspondencia, de la que sólo se ha publicado una parte, y de esta forma fue el centro de información científica en una época en la que las revistas científicas todavía no existían. Tradujo además los Dialogi y los Discorsi de Galileo. Hasta el final de su vida, Mersenne fue el mejor amigo de Descartes, y cuando, en 1628, por decisión propia, Descartes dejó Francia para siempre, Mersenne, desde París, le mantuvo constantemente informado de las novedades científicas.
En 1618, Descartes se alistó en el ejercito del príncipe Maurice de Nassau (posteriormente príncipe de Orange) como caballero voluntario. Fue enviado a la guarnición de Breda, en Holanda, en donde en aquel momento había una tregua entre las fuerzas francoholandesas y las españolas, bajo cuyo dominio se hallaban sometidos los Países Bajos. En ese período sus intereses fueron los que corresponden a un oficial del ejercito: la balística, la acústica, la perspectiva, la ingeniería militar y la navegación.
Un día -el 10 de noviembre de 1618- se encontró con un grupo de gente arremolinada ante un cartel que se hallaba expuesto en la calle. Estaba escrito en flamenco y Descartes, dirigiéndose a una de las personas del grupo, le pidió que se lo tradujera al latín o al francés. El cartel era un desafío que instaba a los que lo leían a resolver el problema matemático que en él se proponía. La persona a la que Descartes se dirigió para que se lo tradujera era Isaac Beeckman, uno de los matemáticos más eminentes del país. Descartes resolvió el problema y presentó su solución a Beeckman, quien reconoció al instante su genio matemático y se propuso reavivar el interés del joven por los problemas matemáticos. Durante aquel invierno Beeckman le propuso a Descartes que encontrase la ley matemática que rige la aceleración de los cuerpos que caen. Ninguno de ellos sabía que Galileo había resuelto ya dicho problema. Su solución apareció en su obra Dialogi de 1632. Descartes estableció diversas soluciones, basadas en hipótesis diferentes. El hecho de que ninguna de ellas fuese acorde con el modo como caen realmente los cuerpos no le preocupó en absoluto. Por aquel entonces Descartes aún no había a conjugar el análisis matemático con la experimentación.
Debemos al diario de Beeckman, descubierto en 1905, el haber arrojado luz sobre este período de la vida de Descartes. Fue un período de autodescubrimiento; la mente del joven pasaba con gran celeridad de unas cuestiones a otras. Fue precisamente en esta época cuando Descartes dio con la pista del método con el que intentar unificar el conocimiento humano en base a un conjunto central de premisas.
El 26 de marzo de 1619 Descartes informó a Beeckman "acerca de una ciencia, enteramente nueva, que le iba a permitir resolver todos los problemas que se pueden proponer acerca de cualquier clase de cantidades, continuas o discontinuas, cada una de acuerdo con su naturaleza..., de forma que, en Geometría, casi nada quedaría ya por descubrir". De esta manera Descartes anunciaba el descubrimiento de la Geometría Analítica o, como la describiría Voltaire, "del método que permite asignar ecuaciones algebraicas a las curvas". En el siglo XIV Nicole Oresme, compatriota de Descartes, hizo una ligera contribución a esta idea. En el siglo XVII, Pierre de Fermat, contemporáneo de Descartes, había hecho el mismo descubrimiento de forma completamente independiente, pero no lo llevó adelante. Sin embargo, Descartes no publicaría su descubrimiento hasta el año 1637 cuando, en su ensayo Géométrie incluyó una exposición de los principios y de algunas de sus aplicaciones. Este texto nos ofrece la demostración que da Descartes de que las secciones cónicas de Apolonio se hallan todas contenidas en un único conjunto de ecuaciones cuadráticas, y, con ello, Descartes pone de manifiesto el carácter general de su descubrimiento. Pero, dado que las secciones cónicas incluyen a las circunferencias de los antiguos astrónomos, las elipses de Johannes Kepler y la parábola utilizada por Galileo para describir la trayectoria de un proyectil, es claro que, con esta primera invención, Descartes facilitaba a los físicos una poderosa herramienta. Sin dicha herramienta incluso Newton se habría visto severamente limitado.
Exactamente un año después de su encuentro con Beeckman, Descartes tuvo una famosa experiencia, quizás la más importante de su vida y, sin duda, la más dramática. Se había alistado en el ejercito del duque de Baviera, otro de los aliados de Francia en la Guerra de los Treinta Años, y se hallaba en los cuarteles de invierno en un remoto lugar a orillas del Danubio. El día 10 de noviembre, abstraído en sus pensamientos, se encontró completamente solo en la famosa poèle (literalmente "estufa", pero que, de hecho, significaba habitación caldeada). En el transcurso de aquel día había tomado importantísimas decisiones. En primer lugar, decidió que debía dudar metódicamente de todo lo que sabía acerca de la Física y de los restantes conocimientos organizados, y que debía encontrar ciertos puntos de partida evidentes en sí mismos que le permitiesen reconstruir todas las ciencias. En segundo lugar, decidió que, de la misma forma que una obra de arte o de arquitectura perfecta es siempre el producto de una sola mano maestra, así él debía llevar a cabo, por si solo, su programa.
Aquella noche, según su biógrafo del siglo XVII Adrian Baillet, Descartes tuvo tres sueños. En el primero se hallaba en una calle barrida por un viento muy intenso. Se veía completamente incapaz de mantener el equilibrio a causa de la debilidad de su pierna derecha, pero los compañeros que se hallaban junto a él lo sostenían firmemente. Descartes despertó y se durmió de nuevo. Entonces le despertó el estruendo de un trueno que había llenado la habitación de chispas; era también un sueño. Se durmió de nuevo y soñó que encontraba un diccionario, encima de su mesa. Entonces, en otro libro, su vista "tropezó con las palabras Quid vitae sectabor iter? (¿Qué clase de vida debo seguir?). Y, a la vez, se presentó un hombre, que le era desconocido, con unos versos que empezaban con las palabras Est et non, que le recomendó encarecidamente". Descartes reconoció en estas palabras la primera línea de dos poemas Ausonius. Incluso antes de despertarse definitivamente, Descartes había empezado ya a interpretar el primer sueño como una advertencia hacia los errores pasados, el segundo como el descenso del espíritu de la verdad para tomar posesión de él, y el tercero como indicándole que se le habrían los tesoros de todas las ciencias y el camino del conocimiento verdadero. No obstante, este incidente puede haber sido elaborado por el propio Baillet como un elemento retórico que simbolizase la certeza que Descartes tenía en la validez de su forma de aproximarse al conocimiento verdadero.
Siguió como mercenario hasta 1622, hallándose presente en la batalla de Praga y en los asedios de Pressburg y Neuhäusel. Después, durante algunos años, se dedicó a viajar recorriendo Europa desde Polonia a Italia. En 1625 regresó finalmente a París. Aquí volvió a entrar en contacto con el círculo de Mersenne, trabajó en su "matemática universal" y se embarcó en especulaciones sobre gran cantidad de cuestiones diversas que iban de la psicología moral a la prolongación de la vida. Al igual que a sus ociosos contemporáneos, el torbellino de la vida social, la música, las lecturas frívolas, y el juego le distraían de tales cometidos. Su padre llegó a expresar la opinión de que "no valía para nada, salvo para acicalarse".
Fue entonces cuando ocurrió un suceso que cambió su misión en la vida. Se hallaba presente, junto con un elegante e impresionante auditorio, incluido su amigo Mersenne y el influyente cardenal De Bérulle, en una reunión en la mansión del nuncio papal, para escuchar como un tal Chandoux exponía su "nueva filosofía". Descartes fue el único de los asistentes que no aplaudió. Instado a dar su opinión, habló extensamente, demostrando como era posible para un hombre inteligente establecer un razonamiento aparentemente convincente de una proposición y también de su contraria, mostrando además que, utilizando lo que él llamaba su "método natural", incluso los pensadores mediocres podían establecer principios cuyo fundamentos se hallaba enraizado en la verdad. Sus oyentes quedaron atónitos. Cuando, unos días más tardes, Descartes visitó a Bérulle el cardenal le encargó que dedicara su vida a conseguir que su método fuese aplicable a la filosofía y a "la mecánica y la medicina".
En Octubre de 1628, Descartes partió hacia Holanda, en donde permaneció el resto de su vida, salvo tres breves visitas a Francia y su viaje a Estocolmo en 1649, el último que realizaría. Evitó la compañía de todo el mundo salvo la de sus amigos y discípulos, y dedicó su tiempo a la aplicación de sus principios a la filosofía, la ciencia y las matemáticas y a la divulgación de sus conclusiones. Un año después de haber abandonado Holanda, aceptando la invitación de la reina Cristina de Suecia, murió en Estocolmo en febrero de 1650.
Tomado de http//thales.cica.es/