viernes, 9 de noviembre de 2012

Panecio de Rodas


Lo primero que deseo hacer al comenzar la presente entrada, es dar las gracias a aquellos alumnos que han dado respuesta al enigma propuesto par el puente de la pasada semana. Recordado esto, paso a enunciar las soluciones a las preguntas planteadas.
 
1. La traducción de la frase latina -“Virtutis enim laus omnis in actione consistit”- tal y como aparece en la Historia de la filosofía griega de W. Capelle es la siguiente: “La virtud es digna de alabarse cuando se realiza”.
2. El autor de la misma fue el pensador y político latino Marco Tulio Cicerón

3. La obra en la que aparece lleva como título latino “De officiis” y su traducción al español es “Acerca de los deberes”.

En la cuestión número cuatro me gustaría detenerme y profundizar en su respuesta. Efectivamente, como algunos de mis alumnos expusieron, el filósofo que con anterioridad a Cicerón parece ser que concibió la frase sobre la que giraba el enigma fue Panecio de Rodas, figura que merece un comentario más extenso.
 
Este filósofo, dentro de la historia del pensamiento, se ubica en el llamado estoicismo medio, un periodo que une a Grecia y Roma mediante dicha escuela nacida en el Helenismo con Zenón de Citio y que contó, asimismo en su primera época, con una figura, por ejemplo, de la talla de Crisipo de Solos.
 
Precisamente Cicerón es la fuente más fiable para conocer el pensamiento de Panecio, ya que, como nos dice el citado Capelle, “no poseemos fragmentos de sus escritos en el original griego, y las noticias sobre él y sobre su obra que han llegado hasta nosotros son muy escasas”.
 
En una breve semblanza de su filosofía, siguiendo de nuevo a Capelle, debemos subrayar la enorme importancia que tiene en la misma el Lógos universal que ya había sido defendido por la Stoa desde sus comienzos; la armonía y belleza del Cosmos, admirado estéticamente, le lleva a la seguridad de la racionalidad del devenir de todo lo existente, ese todo que proclama Panecio como eterno –al estilo aristotélico- separándose, aquí sí, de los fundadores de la escuela, ya que no contempla esos periodos del mundo que finalizaban con su correspondiente ekpýrosis o conflagración universal debida al fuego, de la cual renacía el universo cual Ave Fénix.
 
Se mostraba contrario –aun admirando su obra- al pensamiento platónico, en cuestiones tan esenciales como el alma. Contrariamente al ateniense, Panecio no creía en la inmortalidad de la psyché ni en su relación de oposición con el cuerpo, ya que según el pensador de Rodas ambos formaban una perfecta unidad –monismo antropológico- absolutamente necesaria para la comprensión del Lógos.
Con respecto a la apátheia típica del estoicismo ortodoxo de Crisipo, que defendía la negación absoluta de las pasiones, Panecio se mostrará menos extremo, y reconocerá que nuestro lógos, antes que extirpar dicho páthos (que no le es absolutamente extraño), lo que deberá conseguir es su dominio y su uso en justa medida.
 
Como hemos dicho anteriormente no conservamos las obras originales de Panecio, pero sí sabemos que su obra nuclear, plenamente dedicada a la ética- llevaba como título Perí Kathékontos, dicho título traducido al español –Acerca de los deberes- nos lleva de nuevo al De officiis de Cicerón ya que esta obra tiene como base en sus dos primeros libros el texto de Panecio.
 
Nos centramos ya en su ética, donde también se separa de sus antecesores de escuela, ya que había negado en su física la heimarmene o determinismo absoluto que constreñía al humano a un reducto mínimo que simplemente permitía al sujeto la aceptación de dicho fatalismo. Mediante dicha negación el hombre amplía con claridad el conjunto de cosas que dependen de él.

La misión del hombre, teniendo en cuenta que su lógos individual y el Lógos Universal sólo se diferencian en la finitud del primero, será buscar la armonía y belleza interior que como hemos dicho anteriormente observamos en nuestro derredor. Pero Panecio es realista y sabe que todos los hombres no poseemos el mismo carácter, que todos los hombres no tenemos las mismas posibilidades. Para objetivar teóricamente dicha intuición, introduce la distinción entre las dos naturalezas del hombre: la común y la individual.
 
La común es la naturaleza humana, la propia de nuestra especie, compartida por todos los congéneres. Por otro lado la individual en palabras de W. Capelle “está determinada por su origen, por sus aptitudes innatas, por su carácter peculiar, por el medio en que se ha desarrollado y por su profesión”. Es precisamente este reconocimiento de la individualidad uno de los principios más emblemáticos del pensamiento de Panecio. Es ese individuo el que debe llevar  a la práctica la virtud (como se indica en la frase que se debía traducir), no vale con el simple concepto que refleje lo correcto, hay que ejercitarse en ella -concepción, de nuevo muy aristotélica-.
 
Para finalizar recordar que en el enigma planteado había una última cuestión, en la que había que investigar la relación entre Panecio y un importantísimo militar romano. El nombre de dicho militar, como varios adivinaron, era Escipión el Africano, el conquistador de Cartago y con el que mantuvo alrededor de 150 a. C. una estrecha relación intelectual y personal.

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