sábado, 18 de junio de 2011

La muerte de Ortega y Gasset en la prensa española (II)


Mi querido amigo Eduardo Pinedo tuvo a bien enviar un comentario a la entrada sobre la muerte de Ortega, me ha parecido muy interesante y pienso que merece aparecer como entrada. Os lo dejo, disfrutenlo.



Es de verdadero interés la entrada de Belén Cano. De todos modos, creo, resulta más lacerante la manipulación de que somos objeto en una sociedad "libre" y "democrática" como la actual, pues por lo mismo resulta menos evidente que bajo un totalitarismo y quizás más dañina. De ahí la importancia de los escritos de autores como Noam Chomsky. Merece la pena echar un vistazo a “Las diez estrategias de Manipulación Mediática” que anda por la red.

Volviendo a Ortega, la manipulación de su muerte no pasó desapercibida y fue denunciada desde primera hora por los estudiantes universitarios. El historiador de la filosofía española, J. L. Abellán, en su libro Ortega y Gasset y los orígenes de la transición española (Espasa Calpe, 2000, Madrid) escribe: "a los que entonces éramos estudiantes se nos hizo muy clara la manipulación de los que aseguraban que Ortega había pedido un sacerdote a última hora y recibido los sacramentos. (...) una conversión a última hora hubiera representado un triunfo inconmensurable para aquellos católicos que todavía entendían el apostolado de manera tan superficial y formalista. Ello les hubiera permitido hablar no solo de conversión a última hora, sino hacer un repudio automático de toda su obra, considerándola una frivolidad, como lo demostraba el hecho de que <> el filósofo había vuelto a las creencias de su infancia y de sus padres, asumiendo la tradición católica de su patria y de su pueblo" (pág. 219). Y a continuación relata la indignación que nació entre los estudiantes universitarios, quienes le rindieron su propio homenaje. Le compraron una corona de laurel con la leyenda “A José Ortega y Gasset, filósofo liberal español” y leyeron páginas de algunas de sus obras en el patio de la Universidad Central. Posteriormente llevaron en procesión dicha corona por las calles de Madrid. Y en el cementerio leyeron una carta en el que los estudiantes reconocían la horfandad en la que se habían quedado incluso bastante antes de la muerte del filósofo.

Por lo demás, Ortega fue denostado sin miramientos por su acatolicismo desde el ámbito académico. Una España nacional-católica no podía aceptar que su mejor filósofo prescindiese de las verdades de la fe. J. L. Abellán reproduce un fragmento del Post scriptum del libro del sacerdote Cesáreo Rodríguez, El <> del krausismo frente a la obra gigante de Menéndez Pelayo, publicada en 1961. Dice así: “la Suprema y Sagrada Congregación del Santo Oficio ha dirigido a los rectores de los seminarios y universidades una circular o carta en la que se ordena lo siguiente. 1º. Que las Obras de Ortega sean retiradas de las Bibliotecas de los mentados centros, si aquellas figuran en estas; 2º que de ningún modo tales Obras estén a mano de los alumnos. Como se ve, tal disposición u orden corrobora lo que hemos dicho en páginas anteriores. (...)¡Pero si precisamente Ortega representa y es la negación de toda la obra de Franco, nuestro egregio Caudillo! En fin, los orteguianos de hoy guardan en sí no pocas semejanzas con los “afrancesados” del pasado siglo, pero ideológicamente aún son -¡y ya es decir!- peores. Una de esas semejanzas se cifra en esto: así como en el orden de las ideas los “afrancesados” se impusieron -¡inmenso infortunio para España!- a los heroicos vencedores, así también los orteguianos se esfuerzan tozuda y sectariamente en lograr el triunfo de su perverso ideario, radical antítesis de nuestra gloriosa Cruzada. ¿Volverá a repetirse ahora ese inmenso infortunio?... ¡Alerta, pues, los buenos españoles! ¡Y también alerta, sobre todo, las autoridades: la civil y la eclesiástica! Cuánto habrá que deplorar, si de un golpe no se le cortan sus siete cabezas a la tan perniciosa hidra orteguiana...” (págs. 242-243).

Y es sólo un botón de muestra.

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