viernes, 8 de abril de 2011

La felicidad.

Desde el nacimiento de este blog tuve el deseo de que los lectores del mismo también contribuyeran mandándome escritos para su posterior publicación. Ese deseo se ha visto realizado gracias a Daniel Ruiz, que actualmente cursa el primer año de Bachillerato en Escuelas Francesas. Él ha querido colaborar con una reflexión acerca de un tema fundamental para cada ser humano: la felicidad.

Espero que esta colaboración no sea la última y que os animéis a escribir y compartir el producto de vuestros pensamientos.


La felicidad


Todos nos hemos preguntado cómo alcanzar ese bien tan preciado, esa eudaimonía griega, ese sentimiento que nos hace sonreír y que nos hace pensar que todo va bien y que nada puede salir mal, ese cosquilleo en el estómago del que nace una carcajada sincera y radiante. Ese efímero bien que sólo se muestra en ocasiones contadas y que, siendo el más necesario, es también el más difícil de conseguir. La respuesta no es fácil, y no es definitiva, pero hay una serie de pasos que, bien realizados, desde el corazón y con el apoyo de la razón, pueden llevarnos a conseguir la felicidad. El primer paso hacia la felicidad consiste en lo siguiente: no desesperes. Por muy mal que te vayan las cosas, siempre pueden irte peor, y por supuesto, toda situación mejora con el tiempo. El primer bien necesario es la virtud de la esperanza. En segundo lugar: no te dejes llevar. Haz lo que creas que es correcto, y no lo que los demás esperan de ti; eso sí, nunca olvides ser sensato y reflexionar las cosas dos veces antes de hacerlas. Es el bien de la autonomía y el autojuicio moral: debes ser tú quien juzgue tus propias acciones. En tercer lugar: cuidado con las consecuencias. Debes saber que eres libre y dueño de ti mismo, pero también que tus acciones tienen una serie de consecuencias de las que eres responsable directo. Es el bien de la responsabilidad.

Otra cosa a tener en cuenta sería el hecho de que tú eres libre de hacer lo que quieras, pero que tu libertad acaba donde empieza la de los demás: no puedes pisotear ni someter a nadie, ni obligarle a hacer algo que no quiere. Todos somos libres, y debemos respetar nuestras fronteras; y aquí también entra el respeto hacia los demás, el no menospreciarlos, el saber que son personas como tú, con derecho a la libertad y a la felicidad.

Una vez que tienes todo esto en cuenta, sólo te queda una cosa: sé libre. Haz lo que quieras y lo que creas correcto. Ama a los demás; la felicidad se basa en el amor y el respeto a los demás, en tratarlos como tú quisieras que ellos te tratasen así, y en saber que, si los demás son agradecidos, te recompensarán con su amistad y con la felicidad que ello provoca. Sabrán ver el esfuerzo volcado y sentirán la necesidad de devolverlo, de compensarte por ser…tú mismo. Sólo debes ser tú mismo, y comportarte con los demás de forma acorde a tu naturaleza sin dejar de respetarles.

Es fácilmente imaginable la respuesta de alguien a este planteamiento: “¿Y si no lo consigo, qué?” ¿Que los demás no te lo devuelven? ¿Que los demás no se comportan igual contigo? No pasa nada; en primer lugar, entre las muchas personas que cada uno conoce siempre habrá, por desgracia, alguien con quien no congeniemos o que no nos soporte y sea borde y estúpido. La respuesta: no le eches más cuenta a ese tipo de personas; si no saben ver a la persona que tienen delante, no se merecen que te preocupes más por ellos, y sólo debes alejarte de ellos. Y en segundo lugar, acércate a las personas que de verdad se lo merecen; pero hay algo que no debes olvidar: el ser humano no sólo se juzga a sí mismo, también juzga a los demás, por lo que si vas a juzgar a alguien, hazlo igual que harías contigo mismo: de forma sensata y razonable, y crítica acorde a una ley moral. ¿Qué ley moral? El respeto a los demás y a ti mismo. Es un camino largo y duro, pero recompensa. Tampoco es un éxito inmediato, pero poco a poco, con el paso del tiempo y de los años, se puede conseguir progresivamente. Además, no es sólo un éxito al nivel sensible de felicidad: este tipo de comportamientos produce una agradable sensación de sentirse bien con uno mismo, de estar en armonía con tu propio interior, y poco a poco, de estar en armonía con los demás.

Espero que estos consejos no caigan en saco roto, pero sobre todo, espero que os ayuden y que seáis felices algún día; felices de verdad, felices de corazón y mente. Comentario realizado por: Daniel Ruiz Alfonso, 1º Bach.

2 comentarios:

  1. No me había atrevido hasta ahora a comentar los artículos que se publican en el blog, pero con un texto así, lo merece y más aún si se trata de un escrito hecho por mi querido amigo Dani.
    Estoy totalmente de acuerdo en todo lo que has dicho, aunque muchas veces nos cueste admitirlo y sobre todo llevarlo a la práctica.
    En efecto, no es nada fácil, pero pienso que con algo de empatía hacia los demás, sentido común y mucha voluntad se consigue todo, no solo la felicidad.
    Dani, tú y yo nos entendemos muy bien, cuando digo que nos sentimos identificados en muchas de las cosas que has escrito, supongo que por eso lo has hecho. Afortunadamente, esa etapa ya ha terminado para los dos y solo nos queda mirar hacia delante.
    Por último, me gustaría felicitar a Fede por el blog que haces. Que sepas que lo miro todos los días.
    Un beso muy grande

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  2. Esther, ya sabes que estoy de acuerdo contigo. Estos consejos los he aprendido a la fuerza a lo largo de mi vida, ya que era la única forma de salir adelante; y como tú bien dices, sólo queda sonreír y mirar hacia delante. Me alegro de que compartamos esa opinión.
    Felicitar a Fede por este gran blog de filosofía sería quedarme corto. La idea de escribir un texto me había apasionado desde que mencionaste la posibilidad en clase, y quería felicitarte por el blog, por lo buen profesor que eres y por conseguir que tus alumnos realmente se interesen por esta asignatura hasta el punto de sacar sus propias conclusiones y escribir un comentario.
    Gracias por todo.

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