jueves, 10 de noviembre de 2011

Relatos fantásticos.


En la entrada de hoy volvemos a los relatos fantásticos, a ellos ya le dedicamos algún espacio allá por el comienzo del blog hace casi dos años -quién lo diría-.

El primero trata el tema de lo imprevisible de nuestro día a día, y de cómo en muchas ocasiones podemos comprobar la imposibilidad de controlar todas las variables que de un forma u otra influyen en nuestra vida. Me hace recordar a ese personaje de la película "Nosferatu" (del alemán F.W. Murnau) que al ver a un hombre andando con evidente prisa casi corriendo, reflexiona y dice: a dónde irá con tanta prisa, nadie puede escapar a su destino.


En el segundo se juega de modo trágico con el humano deseo de inmortalidad, y de cómo ese anhelo se podría volver angustiosamente contra nosotros. He aquí, narrados, los peligros que nuestra imaginación puede elaborar y que convertirían a un a priori goce por la satisfacción de lo alcanzado, en una pesadilla.


El resto de ideas que os puedan suscitar las podéis mandar como comentarios.


El gesto de la muerte (Jean Cocteau).

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.

FIN



Vivir para siempre (James George Frazer).

Otro relato, recogido cerca de Oldengurg, en el Ducado de Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer, ni beber. Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en una iglesia. Todavía está allí, en la iglesia de Santa María, en Lübeck. Es del tamaño de una rata y una vez al año se mueve".

Fin


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