lunes, 3 de mayo de 2010

Unamuno y Blade Runner.

En 1982 Ridley Scott rodó Blade Runner, esta película se convirtió rápidamente en una cinta de culto y en uno de los títulos más representativos del género de ciencia ficción. La acción se sitúa en Los Ángeles del año 2019, y su protagonista principal (interpretado por Harrison Ford) es un policía retirado que había desempeñado una especialísima misión: acabar con los denominados replicantes.

¿Qué/quiénes son los replicantes? Éstos representaban el magno producto de la ingeniería genética de la época, seres artificiales cuasi humanos que “nacían” en laboratorios creados por científicos –como los habitantes del mundo feliz ideado por A. Huxley-.

La gama más alta de estos replicantes era la compuesta por los Nexus 6. Estos androides poseían una particularidad muy especial: habían, con el tiempo, desarrollado la característica esencial por excelencia del ser humano, es decir la conciencia. Se habían generado en ellos sentimientos, emociones que reconocían como propias, como relativas a una identidad concreta.

Los replicantes fueron usados como esclavos en la construcción de colonias humanas extraterrestres, pero hubo un momento en que se rebelaron contra el hombre, y éste se encargó desde ese momento de perseguir y retirar (matar) a todos los que eran detectados en la tierra.

Pues bien, la película se sitúa en el momento en el que se tiene noticia de la llegada de un grupo de Nexus 6 a la tierra. Es entonces cuando los Blade Runner –grupo policial encargado de retirar a los androides- reclutan al retirado policía encarnado por Harrison Ford para, de nuevo, encargarse de la peligrosa misión.

Obvio el desarrollo de la historia -disfrutadla vosotros viendo la película- pero sin embargo me gustaría centrarme en una escena, una escena que siempre me ha parecido la más profunda y plena de sentido. En ella un Nexus 6, con conciencia de identidad como he subrayado anteriormente, consigue entrar en la casa del científico que lo creó, el responsable de su existencia. ¿Qué motivos lo empujaban a dicha visita? Simplemente el deseo –tan humano- de obtener respuestas a diversos y esenciales porqués. Y entre éstos, el porqué de su finitud, esa finitud que conocía y sentía como límite y como fondo; el ser creado le reconoce a su creador que le preocupa especialmente una cosa, la muerte. Estaban programados para vivir un corto espacio de tiempo, y esa conciencia desarrollada, se hace entonces conciencia de finitud –esa conciencia definitoria del ser humano-. El ser artificial acaba haciéndose las preguntas universales de carácter existencial propias del hombre. El androide explicita –en un gesto que nos evoca la angustia unamuniana- que quiere seguir siendo él, no quiere desaparecer.

Este es el enlace para la escena: http://www.youtube.com/watch?v=ZgGnuGdl4DU

He usado ex profeso el término unamuniano ya que me gustaría plantear la siguiente cuestión ¿podemos localizar puntos de encuentro entre el film de R. Scott y la obra del filósofo vizcaíno titulada Niebla?

A esa pregunta yo respondería categóricamente que sí, en la novela citada el personaje principal, Augusto Pérez, decide, tras una serie de infortunios, quitarse la vida. Pero antes se dirige a Salamanca para entrevistarse con Miguel de Unamuno –su creador-.

Os recomiendo muy sinceramente la lectura de esta obra de principios del siglo XX, obra que alcanza nivel de genialidad en la narración de la conversación entre personaje y autor. El escritor le responde a Augusto que de suicidio nada de nada –siempre que D. Miguel no lo decida motu propio- es decir le deja manifiestamente claro que él es su autor y su vida –la del ser creado- está del todo en sus manos.

Es en el momento en el que Unamuno le hace ver esa realidad, cuando en Augusto –que parece desdecirse de su deseo anterior- aparece la idea de que la suerte está echada, idea que le provoca la angustia existencial tan presente en la obra del intelectual muerto el último día de 1936, de hecho su personaje llega a clamar, ante la evidencia de su suerte pendiente del arbitrio del escritor, “quiero vivir, vivir... y ser yo, yo, yo.” –palabras que de forma casi idénticas leemos en algunas páginas de Unamuno.
Hay posibilidades para, desde luego, ampliar esta sucinta relación que he querido establecer......pero para eso estáis todos los que queráis profundizar. Ánimo.

2 comentarios:

  1. Niebla probablemente es uno de mis libros preferidos junto a El árbol de la ciencia, de Baroja.

    Personalmente los libros de Unamuno me parecen un péndulo, algunos son más partidarios de la razón y otros mas de la fe.


    Para comparaciones más profundas, mañana la de Nietzsche con Platón!


    un beso.

    ResponderEliminar
  2. Sé de alguien al que le encantará esta entrada.
    Por fin algo relacionado con el cine.
    Nuestro amigo Pablo se lo agradecerá, y yo, también.

    Pd. No intente ser siempre tan políticamente correcto, ponga más de sí mismo!

    Saludos!

    ResponderEliminar