miércoles, 21 de septiembre de 2011

Choque de Clases (artículo de Moisés Naím en el diario El País del 16 de julio de 2011)).


Una vez finalizado el período veraniego, el blog seguirá intentado estimular vuestro interés sobre diversos temas relacionados con la filosofía.
La primera entrada os presenta un artículo del prestigioso analista político Moisés Naím, en éste el columnista de origen venezolano hace una reflexión acerca de las posibles futuras causas de conflictividad social en el mundo. Debo recordaros que los alumnos que ya cursaron primero de Bachillerato están familiarizados ya con las principales ideas de Samuel Huntington que sirven de contrapeso a la posición mantenida por Naím.
Como he advertido habitualmente, las opiniones reflejadas en el blog no pretenden erigirse en verdad absoluta, simplemente significan el punto de origen para lo más importante e interesante, vuestra formación como ciudadanos informados y críticos. Recordad también que el blog es un espacio abierto continuamente a vuestras colaboraciones, y que éstas siempre supondrán un enriquecimiento del mismo.


MOISÉS NAÍM
Choque de clases




La principal fuente de los conflictos venideros no va a ser los choques entre civilizaciones, sino las expectativas frustradas de las clases medias, que declinan en los países ricos y crecen en los países pobres.
La teoría del "choque de civilizaciones", popularizada por Samuel Huntington, mantiene que, una vez agotado el enfrentamiento ideológico entre comunismo y capitalismo, los principales conflictos internacionales surgirán entre países con diferentes identidades culturales y religiosas. "El choque de civilizaciones dominará la política global. Las fallas tectónicas que dividen las civilizaciones definirán los frentes de batalla del futuro", escribió en 1993. Para muchos, los ataques de Al Qaeda y las guerras en Afganistán e Irak confirmaron esta visión. Pero en realidad, lo que ha ocurrido es que los conflictos se han dado más dentro de las civilizaciones que entre ellas. Los piadosos terroristas islámicos han asesinado más musulmanes inocentes que nadie. Y las pugnas entre chiíes y suníes siguen produciendo víctimas, la mayoría musulmanas.
En mi opinión, una fuente mucho más importante de conflictos que los choques entre culturas o religiones serán los cambios en los ingresos de las clases medias en los países ricos -donde están declinando- y en los países pobres -donde están aumentado-. Tanto el aumento como la disminución de los ingresos generan expectativas frustradas que alimentan la inestabilidad social y política.
Los países pobres de rápido crecimiento económico tienen hoy la clase media más numerosa de su historia. Es el caso de Brasil y Botsuana, China, Chile, India e Indonesia, entre otros. Estas nuevas clases medias no son tan prósperas como las de los países desarrollados, pero sus integrantes gozan de un nivel de vida sin precedentes. Mientras tanto, en países como España, Francia o Estados Unidos la situación de la clase media está empeorando. En un millón y medio de familias españolas todos los miembros en edad laboral están desempleados. Solo el 8% de los franceses opina que sus hijos tendrán una vida mejor que ellos. En 2007, el 43% de los estadounidenses aseguraba que su sueldo solo les alcanzaba para llegar a fin de mes. Hoy el 61% dice estar en esta situación.
Por otro lado, las aspiraciones insatisfechas de la clase media china o brasileña son tan políticamente incandescentes como la nueva inseguridad económica de la clase media que está dejando de serlo en España o Italia. Los Gobiernos respectivos se ven sometidos a enormes presiones, ya sea para responder a las crecientes exigencias de la nueva clase media o para contener la caída del nivel de vida de la clase media existente.
Inevitablemente, algunos políticos en los países avanzados aprovecharán este descontento para culpar del deterioro económico al auge de otras naciones. Dirán que los empleos perdidos en EE UU o Europa, o los salarios estancados, se deben a la expansión de China, India o Brasil. Esto no es cierto. Las más rigurosas investigaciones revelan que la pérdida de empleos o la disminución de los salarios en los países desarrollados no se deben al rápido crecimiento de los países emergentes, sino al cambio tecnológico, a una productividad anémica, a la política de impuestos y a otros factores domésticos.
A su vez, en los países pobres, la nueva clase media que ha mejorado su consumo de comida, ropa, medicinas y viviendas rápidamente exigirá más y mejores escuelas, agua, hospitales, transportes y todo tipo de servicios públicos. Chile es uno de los países económicamente más exitosos y políticamente más estables del mundo, y su clase media ha venido creciendo sistemáticamente. No obstante, las protestas callejeras por la mejora de la educación pública son recurrentes. Los chilenos no quieren más escuelas, quieren mejores escuelas. Y para todo gobierno es mucho más fácil construir una escuela que mejorar la calidad de la enseñanza que allí se imparte. En China se dan cada año miles de manifestaciones para reclamar más o mejores servicios públicos. En Túnez, la frustración de la gente derribó al régimen de Ben Ali, a pesar de que es el país con el mejor desempeño económico del norte de África. No existe gobierno alguno que pueda satisfacer las nuevas exigencias de una clase media en auge a la misma velocidad con la que se producen. Ni gobierno que pueda sobrevivir a la furia de una clase media próspera que ve cómo cada día su situación desmejora.
La inestabilidad política causada por estas frustraciones ya es visible en muchos países. Sus consecuencias internacionales aún no son tan obvias. Pero lo serán.

Sígame en Twitter @moisesnaim.




1 comentario:

  1. Rafael Rodríguez acierta de lleno al alertar del proceso de "refeudalización" que se está dando en los países occidentales a causa de la crisis. Sin embargo, me temo que yerra al escribir que "La historia demuestra que el liberalismo resuelve sus crisis con el totalitarismo". No ha sido así en países con una tradición liberal bien arraigada. Pienso en Inglaterra, Francia o Estados Unidos.
    Quizás, el origen de la confusión resida en que utiliza el término totalitarismo para aplicarlo al plano económico -como se puede observar en el último párrafo de la columna-, cuando se trata de un concepto político.
    Etiquetas como totalitario o fascista (así como las expresiones totalitarismo o fascismo) se han utilizado a menudo de una forma tan amplia, que han llegado incluso ha desnaturalizarse. Y así se ha dejado caer en el olvido lo terrible de aquellos regímenes que provocaron miles de muertos, encarcelados, exiliados o represaliados, para equipararlos actualmente con cualquier mínima falta de libertad o representatividad.
    Convendría, pues, para no banalizar el pasado ni desenfocar sobre el presente, utilizar dichos términos con un mayor rigor.
    Un saludo.

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