miércoles, 29 de febrero de 2012

Un ataque al librepensamiento: el caso de David Hume


Desde el cuarto curso de E.S.O. los alumnos comienzan a familiarizarse con la figura del pensador escocés David Hume (1711-1776), en la asignatura de Ética de dicho nivel estudiamos su "emotivismo moral", nombre que aglutina sus planteamientos acerca del origen y fundamento de los juicios sobre la virtud y el vicio. Para ello, es necesario, al menos de modo introductorio, hacer referencia a su epistemología, y ésta a su vez es desarrollada en los dos años de Bachillerato.


Si se nos pidiera una breve semblanza del filósofo al que me refiero, no podría dejar de incluir ciertos puntos básicos de modo obligado, trataré de resumir los fundamentales. Se trata de un pensador que vive en el siglo de las luces, y se encuadra dentro del llamado "empirismo británico", corriente que a su vez se presenta desde J. Locke como respuesta al racionalismo moderno que hunde sus raíces en Descartes.




Hume es identificado con una postura radical dentro del citado empirismo (del griego empeiría -experiencia-), ya que su estudio sobre el origen y alcance del conocimiento humano desembocará en un escepticismo claro en relación a las posibilidades de la razón, escepticismo que incluso planteará una física meramente probable y no necesaria.


La razón que motiva la entrada de hoy de todas formas va más allá, ya que esas dudas acerca de las posibilidades de nuestro conocimiento, claramente cercenadas tras su crítica a la legitimidad del principio de causalidad, le llevan sin remedio a la reflexión sobre la Metafísica, que en momentos pretéritos se había basado en dicho principio para evidenciar el acceso a "lo que está más allá" de lo físico, de lo sensible.


Hume, al ser consecuente con su planteamiento primigénio (no como Locke), se ve en la necesidad de apartar del conocimiento científico (universal y necesario) a las entidades metafísicas, especialmente a Dios y al alma humana. Si como él pensaba, sólo son legítimas nuestras ideas (que es lo que conocemos al fin y al cabo) que provienen de impresiones (me refiero a las que afectan a mis sentidos) no tenemos más remedio que aceptar la imposibilidad de las demostraciones acerca de la substancia infinita y del "ego cogito" cartesianos.


Este pensamiento le granjeó desde el principio serios problemas a Hume, de hecho, comenzó a ser conocido como "Mr. Hume, el ateo". El ateísmo que se creía identificar en el escocés, no es más que una postura escéptica, simplemente el reconocer nuestras posibilidades gnoseológicas que se detienen frente a aquello de lo cual no tenemos experiencia.


Sobre el tema que estamos tratando podríamos, y sería de gran interés, profundizar en los detalles que conforman la problemática. Pero lo que pretendo esencialmente, es poner de manifiesto que, precisamente la intolerancia que tantos pensadores ilustrados criticaron se cebó con Hume en dos momentos de su biografía -curiosamente no recogidas en su escrito My own life-.


En dos ocasiones se vetó la entrada de Hume en la Universidad como catedrático, las dos ocasiones quienes consiguieron que fuese relegado fueron aquellos que veían en su filosofía la sombra del ateísmo. De hecho, fue esto lo que ocurrió, primero entre 1744 y 1745 cuando optó al puesto que dejaría vacante Alexander Pringle como catedrático de Ética y Filosofía Moral de la Universidad de Edimburgo, y en segundo lugar cuando en 1752 Adam Smith dejó libre la cátedra de Lógica en Glasgow y quienes apoyaron a Hume (entre ellos el propio Smith ) no pudieron hacer nada contra sus acérrimos detractores.


Dos ejemplos de cómo los prejuicios intelectuales pueden hacer prevalecer la simple connivencia ideológica sobre el librepensamiento, sin tener en cuenta la valía personal de, en este caso, alguien como David Hume. No olvidemos que los dos oponentes que arrebataron a Hume sendas cátedras son hoy en día personajes absolutamente irrelevantes en la historia del pensamiento.


Después de todo lo expuesto resultan verdaderamente interesantes estas palabras de Hume extraídas de su obra póstuma "Diálogos sobre la religión natural":
"Ser un escéptico filosófico es el primer paso y el más esencial para ser un cristiano sincero y creyente: esta es la proposición que yo recomendaría".


No hay comentarios:

Publicar un comentario